Durante su estancia en Rishikesh, con el Maharishi, Ringo sabía que la comida le iba a traer muchos problemas, por eso trajo a la India una maleta llena de frijoles cocidos de la marca Heinz.
En cuanto se le acabaron, empezó el calvario de Ringo, que no tuvo más remedio que abandonar la meditación que estaban llevando a cabo en aquel lugar.